El Rocio
En la segunda mitad del siglo XIII, alguien mandó construir una pequeña capilla al borde de las marismas. Era un lugar apartado y de difÃcil acceso. Los almonteños conocÃan bien esos lugares y los habÃan visitado en busca del ciervo, la anguila o la enea.
Desde finales del siglo XIII tendrÃan un nuevo motivo para acudir a aquellos pagos: Una bonita imagen de la Virgen y una pequeña ermita. La Virgen tomó el nombre de aquellos parajes y fue llamada Santa MarÃa de Las Rocinas; poco después llamarÃan RocÃo y el bosque de las Rocinas fué, desde entonces el RocÃo.
Durante largos lustros, ermita y Virgen quedaron solas en aquellas angosturas, sólo cazadores, pastores y caminantes a veces empañaban la soledad y el silencio de montes y marismas.
Cuando ésta región pasó a manos de los Duques de Medina Sidonia, El RocÃo perdió parte de su aislamiento y se convirtió en cruces de caminos. Para solaz y asistencia de arrieros y viandantes, fue instalada en el camino de Moguer una venta, y muy cerca en el Hato Rincón, también se puso alguna que otra choza y esos fueron los orÃgenes de la Aldea.
Poco a poco creció entre los almonteños la fama de la pequeña imagen de las Rocinas y la consideraron algo tan propio que un 29 de junio de 1653, el Cabildo, el Clero y el Pueblo aclamaron como patrona de Almonte a esta Virgen del RocÃo
Pronto comenzaron las celebraciones en su honor hasta que se determinó hacerlas una vez al año cada dormingo de pentecostés. Se estableció la peregrinación anual que acabarÃa en romerÃa con participación no sólo de Almonte, sino de otros muchos pueblos.
En 1919, un dÃa de junio, el cardenal de Sevilla coronó la imagen y llegó a la Aldea el primer automóvil, salvando los difÃciles arenales de caminos y veredas. En 1959 se abre una carretera entre Almonte y la Aldea y ya no se detendrá el ritmo de crecimiento y atracción de la romerÃa.